lunes, 18 de abril de 2011

Latigo y cuero



Uso del látigo en sesión.

El látigo es probablemente uno de los accesorios menos usado en la realidad de las practicas bdsm, pero también uno de los mas “deseados”. Voy a tratar de dar en esta aportación algunas breves indicaciones, que sirvan como base de experimentación a quien lo desee.


En primer lugar, la dicotomía entre ese “deseo” y la ausencia de realidad, tiene principalmente tres causas :


• Dificultad en su compra y/o confección . Las fustas se encuentran en cualquier tienda de deportes de una pequeña ciudad, incluso en muchas tiendas rurales, a un precio bastante asequible. En sex-shops, se encuentran siempre algún que otro modelo –eso sí, mucho más caro y con “adornos” de dudoso estilo, aunque simpáticos a veces. Las canes son bastante fáciles de confeccionar: basta con dar una vuelta por un bosque mediterráneo durante un par de horas. Y los floggers, menos conocidos, pueden adquirirse en sex-shops de cierto nivel o confeccionarse si se tienen ciertos conocimientos mínimos del articulo en sí y del manejo de cuero.

Pero el látigo es sumamente complejo de confeccionar, para que adquiera la elasticidad y propiedades adecuadas, estando eso sólo al alcance de quienes conocen el uso del cuero al menos a nivel de hobby avanzado. Y su compra no es sencilla, es prácticamente inexistente en sex-shops, y aunque hay comercios especializados, no son fácilmente accesibles: accesorios para hípica y adiestramiento, elementos para profesionales del circo, etcétera. En Madrid, en la Ribera de Curtidores se pueden adquirir de máxima calidad a un precio razonable.

• Dificultad en su uso correcto : una cane o una fusta, dejando al margen su forma y materiales (que tienen sin duda mucha importancia) son relativamente sencillos de usar : pronto se aprende a relacionar impulso del brazo y potencia del golpe, con el efecto causado de forma casi proporcional. Se puede precisar el lugar donde se efectúa el golpe, y los efectos son predecibles tras una corta experiencia. Cualquier persona sin la más mínima experiencia, puede usar ambos, con ciertos resultados, desde el primer momento. Se trata, por así decirlo, de extensiones naturales de la mano, que pueden graduarse perfectamente, desde una casi-caricia hasta un golpe de gran intensidad .


El Látigo, es un elemento distinto. Tiene su propia morfología; una vez liberado, sigue reglas de dinámica propias, y no constituye ninguna extensión natural de la mano o el brazo. Y por ello, es caprichoso, con vida propia. Se puede acariciar con él, o dejar en un par de minutos una espalda abierta como una granada. 
Se puede golpear un pezón con un efecto casi orgásmico para la propietaria del mismo, o con un sólo golpe seco, dejar insensible un hombro durante horas. Y no siempre depende de la potencia aplicada, no existe aquí ese factor de proporcionalidad unívoca. Hay que recordar al respecto, que en las legiones romanas el castigo con 10 latigazos llevaba incorporado la aceptación de que el soldado castigado, estaría inhábil para el combate uno o dos días, mientras que 40 latigazos equivalía en la practica a una sentencia de muerte. Y el verdugo que aplicaba la sentencia, era SIEMPRE el mismo, distinto de los que se usaban para otros castigos. Se usaba generalmente un látigo muy pesado, realizado de tiras de cuero de toro, que era tremendamente flexible pese a su peso, consistencia y grosor, debido al trenzado manual muy sofisticado con el que se elaboraba, y que podía medir entre 2 y 3 metrA este respecto si alguien os comenta que ha usado durante una sesión, de forma agresiva, un látigo de tres metros, sonreír y responder : “No me digas, forastero”. Porque aparte de la enorme dificultad en manejar un artículo de esas dimensiones –aunque los resultados también son espectaculares- , el tema es de lógica matemática. Un instrumento así, junto con la extensión del brazo y el cuerpo inclinado y acompañando el golpe, significa una línea limpia de 4,5 metros, es decir un diámetro libre de 9 metros, equivalente a un recinto cuadrado libre de todo obstáculo de unos 10x10 = 100 m2. Una mazmorra de imperiales dimensiones..... ( otra cosa bien distinta son las fustas de doma, de unos 3 metros, estas sólo precisan un espacio libre entre el dominante y el cuerpo de la sumisa, de unos 4 metros, más 1,5 hacia atrás.)




  Un cierto halo de “demoníaco” que curiosamente se le vincula, pese a que una cane es más susceptible de dañar involuntaria pero permanentemente a la persona sometida durante una sesión, al calcular mal la zona o la intensidad. Sin duda con el látigo se pueden producir marcas semipermanentes (aquellas que tardan mas de dos-tres semanas en desaparecer ) con mayor facilidad y menor esfuerzo que con los otros instrumentos, pero con menores riesgos también, debido a que actúa superficialmente, mientras la cane usada con potencia, es capaz de producir lesiones internas, las que son realmente peligrosas. Sólo la repetición en su empleo, junto con la potencia máxima, pueden producir con el látigo lesiones importantes de la dermis, con pérdida seria de sangre . Por otra parte, es el único instrumento que permite, si se maneja con soltura, una casi perfecta sincronía entre una área pequeña (por ejemplo un pezón) y el efecto que se desea causar (desde un roce seco, hasta una profunda marca ) sin apenas variar el modo o la cadencia del castigo, por lo que facilita los cambios abruptos y casi instantáneos del ritmo en la sesión.
 Todo ello dificulta tremendamente su uso por parte de un dominante, y hace que en la práctica, en la región latina, sea una minoría –tal vez menos del 2 %- las sumisas que han tenido experiencia con el azotamiento por látigo, pese a que sin duda es una experiencia que contiene todos los elementos de dramatismo mágico –para ambas partes- que la harían deseable.

En el resto del presente tema, pretendo dar unas bases ligeras de conocimiento, no suficientes para lanzarse directamente a la practica, pero sí para empezar a plantearse esa posibilidad, previa profundización y experiencia.


El modelo

Usaremos como base el que yo más habitualmente manejo: un látigo corto, de unos 1,50 metros. Equivalente a una línea de golpe de 2,70, que precisaría un diámetro libre de unos 5,50 metros. Se trata de una versión confeccionada según los “warkas”, un látigo empleado en el Atlas por los tuaregs para su uso con camellos . El que yo utilizo, en vez de ser confeccionado con piel de camella, se realizó en piel de buey, trenzado a mano y rematado con un hilo enlazado grueso de unos 10 centímetros de largo, terminado en un pequeño nudo de igual material. Es semirigido, perdiendo rigidez y ganando flexibilidad desde la mitad hacia la punta, como suele ser típico en estos látigos de ganado.

En primer lugar, olvidemos el estilo “arca perdida”. Para enrollar sobre sí mismo y soltar un látigo de golpe, se precisa aparte de una excepcional habilidad, largos superiores a 2 metros. El látigo se coge con soltura, sin apretar el mango, con la mano distendida y el índice alargado apoyado sobre la continuación de la empuñadura, pendiendo el látigo hacia abajo, lo que hará que gracias a la curvatura que presenta su primera parte semirígida, apenas arrastre unos centímetros por el suelo ( a menos que el dominante mida menos de 1.60 ) . Hay que recordar el uso natural de ese instrumento: a/ enrollándolo ligeramente, empujar al ganado con la parte semirigida y curvada por efecto del enrollamiento. b/ suelto, golpear brevemente en partes sensibles, como los hocicos, como medio de intimidación . c/ con el brazo muy extendido, golpear fuertemente a un animal rebelde o fuera de control. Exactamente son los mismos usos que podemos emplear durante una sesión, más su utilización como “rozamiento”: dado que el látigo tiene un triple trenzado, su aspecto y textura es similar al cuerpo escamoso de un reptil, y los cantos del cuero entre sí, producen un efecto muy especial sobre la piel, al dejarse deslizar sobre ella . Si se usa el lomo o el mango para masturbar a una sumisa, y ésta tarda algún tiempo en llegar al orgasmo, la zona quedará ligeramente enrojecida e incluso escoriada. El látigo conviene tratarlo cada cierto tiempo con algún producto para el mantenimiento del cuero, hay docenas en las tiendas .
 Mezclas sofisticadas –aceite de grasa de caballo, mezclas de aloe vera y grasa animal, etcétera – son mas aptas para gourmets exquisitos, y difícilmente apreciables en sus diferencias de resultado para los efectos que aquí tratamos de conseguir. No se debe mojar nunca, y es preciso limpiarlo cuidadosamente de cualquier liquido que le haya llegado : agua de lluvia, sudor, líquidos corporales, etc. Para ello vienen muy bien las cualidades hidrófugas de ciertos productos de mantenimiento de las pieles curtidas.


La modelo

Cualquier sumisa sin problemas físicos que desaconsejen una sesión SM, es susceptible de ser sometida con este instrumento. Aquellas de piel muy blanca, con tendencias a las varices, con dificultades de cicatrización, con epidermis extremadamente sensible, de extrema delgadez, deberán ser tratadas teniendo en cuenta estos extremos : en ellas las marcas producidas serán mas rápidas de conseguir y más lentas de borrar, la posibilidad de llegar al trazo duro con rotura de la epidermis externa, más factible. Una sumisa embarazada, obviamente, nunca será golpeada en su parte frontal.






El lugar

Cualquiera que reúna las condiciones mínimas : un radio libre en torno al dominante de unos 2,5 a 3 metros, en uno de cuyos bordes se hallaría la sumisa. Si se trata de dos o más, conviene que estén unos dos metros separadas una de otra. Los golpes son muy audibles, y sus efectos pueden serlo aún más. Interesa tener esta cuestión clara, antes de usarlo en un edificio de viviendas con las paredes de cuasi-papel.


La postura

Sin duda, la sumisa apoyada sobre sus pies y “anclada” con los brazos separados y alzados a un arnés elevado, es la mejor , sobre todo si la sumisa tiene en torno a sí un radio libre de unos 5 metros, lo que permite infinitas posibilidades y cambios de ritmo. Pero cualquier postura es susceptible de desarrollar combinaciones interesantes. La más, aquella en la que la sumisa está como descrito al principio, pero permanece totalmente suspendida, a escasos centímetros del suelo. Sin embargo aunque esta postura ofrece interesantes posibilidades –el cuerpo se mueve a impulsos del propio peso, de los golpes, de las contorsiones de la sumisa- hace sumamente 

difícil la precisión de los golpes.





La zona

Cualquiera, exceptuando cabeza y especialmente rostro: un golpe en el rostro puede producir fácilmente una marca permanente, incluso con escasa fuerza. Son especialmente sensibles la espalda, los senos y el interior de los muslos. Los golpes directamente sobre los labios mayores, pueden desencadenar un orgasmo en desarrollo, frenar la excitación sexual, comenzarla o desplazarla totalmente, según el uso que se haga del látigo. Si se golpea la zona de senos, pezones, etc, conviene obligar a la sumisa a mantener la barbilla elevada, y tener siempre presente que si no está firmemente sujeta, puede bajarla inesperadamente por efecto de un golpe, de la tensión pre-orgásmica, etc.




La postura

Sin duda, la sumisa apoyada sobre sus pies y “anclada” con los brazos separados y alzados a un arnés elevado, es la mejor , sobre todo si la sumisa tiene en torno a sí un radio libre de unos 5 metros, lo que permite infinitas posibilidades y cambios de ritmo. Pero cualquier postura es susceptible de desarrollar combinaciones interesantes. La más, aquella en la que la sumisa está como descrito al principio, pero permanece totalmente suspendida, a escasos centímetros del suelo. Sin embargo aunque esta postura ofrece interesantes posibilidades –el cuerpo se mueve a impulsos del propio peso, de los golpes, de las contorsiones de la sumisa- hace sumamente difícil la precisión de los golpes

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 La zona
Cualquiera, exceptuando cabeza y especialmente rostro: un golpe en el rostro puede producir fácilmente una marca permanente, incluso con escasa fuerza. Son especialmente sensibles la espalda, los senos y el interior de los muslos. Los golpes directamente sobre los labios mayores, pueden desencadenar un orgasmo en desarrollo, frenar la excitación sexual, comenzarla o desplazarla totalmente, según el uso que se haga del látigo. Si se golpea la zona de senos, pezones, etc, conviene obligar a la sumisa a mantener la barbilla elevada, y tener siempre presente que si no está firmemente sujeta, puede bajarla inesperadamente por efecto de un golpe, de la tensión pre-orgásmica, etc.



Las marcas

Pueden ser trazos largos y anchos, si se golpea con los últimos 20-30 centímetros del látigo, en forma de “picotazos”, si se usa sólo el regruesamiento final en forma de bolita o en trazos finos y cortos si se golpea con la parte textil y más distal. Obviamente, es perfectamente posible producir sólo “marcas de sesión”, aquellas que en una o dos horas desaparecen.




El tratamiento de las marcas profundas

Antiguamente, a los azotados se les untaba con una mezcla de manteca de cerdo y extracto de plantas de camomila. Actualmente la aplicación de hielo, compresas frías, productos tópicos para los golpes, etc., cumplen perfectamente su cometido. Si hay marcas con rastros de sangre, se desinfecta con alcohol previamente -escuece bastante- y se trata con productos cicatrizantes y de uso tópico para rozaduras. Si las marcas son profundas, conviene su tratamiento médico.



 Los golpes

Hay tres golpes básicos : el trazo largo, el golpe seco y en punta, y el trazo “envolvente”. Para el primero, el cuerpo y el brazo acompaña con suavidad el arco que describe el látigo, y el cuerpo de la sumisa recibe la totalidad del final textil, y una parte más o menos larga del cuerpo de piel. Las marcas pueden llegar hasta los 60 cm. de largo, en la espalda. Para el segundo, el brazo apenas se separa del cuerpo, y la mano retrocede ligeramente cuando ha “soltado” el cuero. El tercero, el que mayor efecto sensorial produce, la parte final del látigo golpea la zona posterior de la sumisa, mientras que el cuero golpea la delantera. Pese a que técnicamente el golpe mas fuerte se recibe en la frontal, la sumisa experimentará una mayor sensación en la parte trasera de la zona expuesta, y también allí la marca será mayor, por efecto de la propia dinámica del látigo.


 La interacción

El látigo puede interactuar con otros útiles, otras practicas, incluso otras personas. La mas habitual interacción es el arrancado de pinzas o de rastros de cera y el azotamiento de zonas pinzadas con pinzas rígidas metálicas. Pero existen infinidad de combinaciones, una breve lista :


- Dos sumisas en suspensión , enlazadas y atadas entre sí, pueden ser azotadas secuencial o simultáneamente.

- El azotamiento de una sumisa que practica el sexo oral a otra, o el de ésta última.

- Las pausas breves entre azote y azote para el uso sexual de la sumisa.

- Con el golpe descrito en segundo lugar, exagerando el retroceso de la mano, una sumisa que permanece arrodillada y sentada sobre sus muslos ante el dominante mientras le lame, puede ser azotada en espalda, nalgas, corvas y plantas de los pies.

- Una sumisa completamente vestida, pero con la falda recogida por detrás, asomada a un balcón sobre una calle con mucho tráfico de paseantes, puede ser golpeada desde dentro de la habitación por el dominante que permanecerá invisible antes los ojos de cualquiera.

- Una sumisa provista de un arnés de penetración, sobre y penetrando a otra sumisa, producirá un empuje notable y brusco desde los riñones sobre la penetrada, al arquearse con fuerza cuando recibe un golpe en la parte baja de la espalda. Lo mismo se produce cuando una sumisa yace sobre una prótesis sujeta a la superficie horizontal.


- Si colocamos a una sumisa un bondage muy intenso y complejo, el uso del látigo –empleado con cierta fuerza- producirá zonas de sensación desconectadas entre sí, y también marcas de caprichosa creatividad.


- Una sesión de lluvia dorada tras la aplicación severa del látigo, abre un campo de sensaciones difícilmente catalogables.

- Y miles más.





Un comentario sobre los látigos largos; el que yo uso, mide 2,75 centímetros, lo que le hace entrar en esa categoría (más de dos metros). Estos látigos, responden de forma diferente a los efectos de la dinámica, respecto al látigo corto antes descrito. Aunque es posible su uso en lugares de menos de 3,5 metros de espacio total, debido a la facilidad de emplearlos de arriba hacía abajo, es muy difícil hacerlo para un principiante, que necesitará obligatoriamente un espacio libre en torno de unos cuatro metros hacía todos los lados ( círculo de 8 metros de diámetro), para sentirse cómodo. El látigo largo puede ser muy preciso, debido a su estructura, pero requiere gran experiencia. Un árbol de corteza fina, situado en solitario en uno de nuestros muchos bosques mediterráneos, puede ser una buena opción de comienzo. Pero habrá un largo camino hasta poder arrancar, sin rozar el pezón, una pinza colocada en el mismo.


Una última advertencia: el látigo no es un juguete de sex-shop. Es un arma. Y como tal, su uso debe ser medido y justo. No entro en el grado, eso es cosa de dos. Pero lo mínimo que se puede exigir al dominante, es que esté familiarizado con su uso, independientemente de si el propósito mutuamente consensuado es “jugar a”, “acariciar”, “calentar” o dejar “marcas de posesión” permanentes. Se trata de que no 
se consiga un efecto, cuando el que se desea es otro.